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En situaciones de divorcio con hijos, aunque el dolor es inevitable, se puede evitar causar sufrimiento adicional a los niños si los padres logran gestionar la relación con su expareja sin alimentar el odio. Se destaca la importancia de no permitir que las emociones descontroladas dirijan la separación.

El divorcio genera emociones difíciles de controlar, y la verdadera amenaza para la familia, más allá del divorcio en sí, radica en los conflictos continuos entre los padres. Cuando el espacio entre los progenitores se convierte en un campo de batalla, los niños experimentan un dolor que resulta difícil de evitar. Se señala que los padres, afectados por la separación, a veces actúan de manera perjudicial hacia la expareja, lo que puede dañar el bienestar de los hijos.

Se resalta que los hijos no ven a los padres como simples parejas o exparejas, sino como su madre y su padre, y necesitan que ambos estén bien para su propio bienestar. Se debe enfatizar la importancia de ayudar a los niños a superar la crisis del divorcio, siendo los padres modelos a seguir que resuelven problemas y demuestran que se puede recuperar después de una crisis.

Otro aspecto crucial es la necesidad de abandonar la queja y buscar una buena relación entre los padres, incluso si implica acciones percibidas como injustas. Se insta a aceptar situaciones injustas para proteger a los hijos y aprender a reaccionar de manera diferente.

La toxicidad de presionar a los hijos para que tomen partido y se anima a los padres a fomentar el amor hacia el otro progenitor, debe ser evitanda para cultivar el odio. Además, se aconseja detener la escalada de pensamientos repetitivos y críticas entre padres separados.

La importancia de aprender a no perjudicar a los hijos en el proceso de divorcio, reconociendo que los padres no pueden evitar el dolor, pero pueden prevenir el sufrimiento adicional al manejar sus emociones y acciones de manera positiva.

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