La protección excesiva durante la infancia puede tener consecuencias significativas en el desarrollo emocional y social de una persona. El psicólogo Rafa Guerrero ha explicado en una entrevista para el pódcast Lo que tú digas que este tipo de crianza puede generar dificultades en la vida adulta, especialmente en lo relacionado con la autonomía y la gestión emocional.

Cuando los niños crecen en un entorno donde los padres asumen el control de cada situación, es común que desarrollen una fuerte dependencia emocional. Según Guerrero, este estilo de crianza puede impedir que los futuros adultos aprendan a tomar decisiones por sí mismos, establecer límites claros o enfrentar situaciones de incertidumbre con seguridad.

Efectos en el plano emocional y social

Guerrero advierte que quienes han sido criados en contextos sobreprotectores pueden tener serias dificultades para decir «no», lo que los hace más vulnerables a ser manipulados. Esta falta de límites personales, combinada con una escasa tolerancia a la frustración, puede traducirse en niveles elevados de ansiedad y en una baja capacidad para afrontar los desafíos del día a día.

Además, estos adultos suelen tener dudas constantes sobre sus elecciones, lo que refleja una carencia de confianza en sus propias capacidades. Guerrero ejemplifica esta indecisión con preguntas internas como “¿y ahora qué hago?” o “¿esto está bien o mal?”, lo que refleja un patrón de inseguridad instaurado desde la infancia.

Al estar acostumbrados a que sus padres solucionen sus problemas, muchas de estas personas no desarrollan herramientas para enfrentar las dificultades por su cuenta. Esto limita su resiliencia, y puede aumentar el riesgo de experimentar trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión en etapas posteriores de la vida.

Repercusiones en la salud mental desde la infancia

En el contexto español, los problemas de salud mental entre menores son cada vez más frecuentes. Un informe de la Fundación ANAR (2019) señala que uno de cada diez niños o adolescentes padece algún tipo de trastorno emocional, siendo los más comunes la ansiedad, la depresión y los trastornos de comportamiento.

La tendencia a ejercer un control excesivo por parte de los padres puede contribuir a este panorama, ya que impide que los menores desarrollen una autonomía emocional adecuada. Esta falta de independencia emocional puede afectar su autoestima, provocar dificultades para resolver problemas y aumentar su vulnerabilidad frente al estrés.

Los adolescentes que sienten que sus padres supervisan demasiado sus vidas suelen presentar mayores niveles de ansiedad y menor confianza en sí mismos. Con el paso del tiempo, estos factores pueden incidir negativamente en su bienestar emocional y en su capacidad de integrarse socialmente de forma saludable.

Visite el sitio original de la nota | Fuente: infobae.com